Roberto Suárez
UruguayRoberto Suárez
Dramaturgo
Roberto Suárez (Montevideo, 1970). Es uno de los principales referentes de la generación de los noventa en el teatro uruguayo. Formado como actor en la escuela del Teatro Circular de Montvideo, su irrupción en la escena local tuvo lugar con el irreverente dúo performático-humorístico “Suárez-Troncoso” (junto al también actor César Troncoso -Montevideo, 1963-), activo en la escena underground de los “boliches” montevideanos a comienzos de los años noventa. Entre 1992 y 2012 ha estrenado siete espectáculos reuniendo la doble tarea de dramaturgia y dirección (si bien los últimos cuatro -desde El bosque de Sasha, 2000, hasta Bienvenido a casa, 2012- son, en rigor, de autoría colectiva y si bien Suárez, por esta misma razón, no suele aceptar para sí mismo la categoría de “dramaturgo”). Entre ellos, seguramente los más influyentes hayan sido los dos recién mencionados: El bosque de Sasha obtuvo numerosas distinciones y supuso para Suárez el hallazgo de una poética y una modalidad de trabajo propias, mientras que Bienvenido a casa, además de gozar de la admiración casi unánime de críticos, colegas y público en general (tanto en sus dos temporadas en Montevideo como en el circuito iberoamericano de festivales), marcó el punto culminante de su búsqueda como artista teatral, por lo menos hasta la fecha de edición de este volumen.
A pesar de la indudable consolidación, desde comienzos de la década pasada, de su lugar en el centro del campo teatral nacional, su figura como artista conserva aún algunos de los rasgos de un outsider. Lejos de la exposición mediática y de los circuitos y ritmos habituales de producción, por ejemplo, sus estrenos se distancian entre sí por lapsos nunca menores a los tres años. En estos largos e intensos procesos de investigación, Suárez y su equipo artístico suelen apropiarse –literalmente– de su lugar de trabajo, dando lugar a una auténtica y radical dramaturgia del espacio. Sus obras más recientes han explorado, a través de refinados procedimientos metadramáticos, los límites entre juego y realidad o entre vida y representación, sin perder algunas de las figuras o temas “obsesivos” que acompañan su producción desde los años noventa: la locura, la muerte, la búsqueda –a veces patológica- de una dimensión trascendente de la existencia a través del ritual o de la creación artística, y el deseo de recuperación de un pasado perdido o difuso a través de la evocación –fragmentaria y aurática- de algunos de sus restos.